Que contento que iba yo al cine. Ese olor grasiento, embriagante de palomitas, la espera en la cola a veces interminable -vaya si esperé con ET-, las entradas de cartulina que se deshacian con sólo mirarlas... con que respeto, casi reverencia me sentaba en la butaca. Me daba la impresión que el pase era dedicado a mi, que la butaca me conectava virtualmente con la película.
Ahora, de mayor intelectualizo las sensaciones y comento si he entrado o no en ella, quiero decir si he conectado, si la película me ha absorvido hasta el punto de hacer desaparecer todo el cine y dejar libre mi mente para que corra por los fotogramas que invaden mi visión.
Que bonito era el cine cuando no iba a granel.
2 comentarios:
Y los cortos previos al pase... ya ni en el verdi...
y es que el poder adquisitivo que alcanzamos de mayores (q para un cine nos llega, digo yo!!) rompe la màgia de lo que solo está al alcance de la voluntad-humor-economia de nuestros padres. a ver qué hace mi niña cuando la lleve yo al cine...y qué ganas!!
saludos mañaneros
cuanta razón le asiste!!! volvamos al pasado, a días de radio.
Publicar un comentario